José María Izquierdo/ El eco del abucheo –no pregunten qué abucheo: sólo ha habido uno en los últimos veinte años- sigue alimentando primeras, editoriales y comentarios. Por detrás, naturalmente, de la gran fiesta chilena, esa historia extraordinaria que cualquier periodista que se considere tal hubiera regalado meses de su vida por haber podido contarla en directo.
Se lo dice este catavenenos y les ruego que me crean. Pero en fin, volvamos a lo nuestro, que aquí no hay héroes ni tan siquiera esperanzas de hacer héroes a 33 mineros, reales o metafóricos. El tono de por dónde van nuestros amigos lo enfoca bien un titular de primera página de La Razón: “Chacón quiere prohibir con un protocolo los abucheos a Zapatero en el Desfile de las Fuerzas Armadas”. No es así, claro, pero ya estamos acostumbrados a este estilo de los chicos del regimiento de titular por aproximación. ¿Cómo va a querer la ministra de Defensa prohibir losabucheos, por mucho que lo deseara? ¿En qué cabeza cabe tal sinsentido? Pero es igual, que el desparpajo les llega hasta el transparente editorial, que podía servirnos como cualquier otro: “Si como dice el Gobierno los abucheos a Zapatero son obra de una minoría de extrema derecha, ¿a qué viene darle carta de naturaleza con un protocolo específico contra ellos? (...) ¿O acaso piensa en amordazar a los asistentes al desfile e infiltrar comisarios anti abucheos?”
Permítame el señor editorialista que le pregunte, lo primero, si hay algo que crea que se puede hacer para evitar a tanto gritón, a los que ayer mismo su periódico criticaba por cuanto arruinaron la solemnidad debida a la Fiesta Nacional y su correspondiente desfile. Parece obvio para cualquiera con alguna pizca de sentido común que los hinchas de fútbol que no paran de hacer el gamberro son una minoría, naturalmente, pero se hacen planes para que no estropeen el espectáculo. No se les amordaza, claro, ni se infiltran comisarios, que son tontunas de La Razón. Lo primero que hacen las autoridades, de izquierdas o derechas, es intentar pactar con quienes les protegen, en muchos casos los propios clubes, algunas medidas para que ellos mismos se encarguen de frenar a sus chicos. Y si no lo hacen, las autoridades se reservan poder actuar contra ellos. A lo mejor aquí podíamos intentarlo. Por ejemplo, logrando que los cachorros del partido no multipliquen con mensajes telefónicos las llamadas al griterío y la tangana.
Se lo dice este catavenenos y les ruego que me crean. Pero en fin, volvamos a lo nuestro, que aquí no hay héroes ni tan siquiera esperanzas de hacer héroes a 33 mineros, reales o metafóricos. El tono de por dónde van nuestros amigos lo enfoca bien un titular de primera página de La Razón: “Chacón quiere prohibir con un protocolo los abucheos a Zapatero en el Desfile de las Fuerzas Armadas”. No es así, claro, pero ya estamos acostumbrados a este estilo de los chicos del regimiento de titular por aproximación. ¿Cómo va a querer la ministra de Defensa prohibir losabucheos, por mucho que lo deseara? ¿En qué cabeza cabe tal sinsentido? Pero es igual, que el desparpajo les llega hasta el transparente editorial, que podía servirnos como cualquier otro: “Si como dice el Gobierno los abucheos a Zapatero son obra de una minoría de extrema derecha, ¿a qué viene darle carta de naturaleza con un protocolo específico contra ellos? (...) ¿O acaso piensa en amordazar a los asistentes al desfile e infiltrar comisarios anti abucheos?”
Permítame el señor editorialista que le pregunte, lo primero, si hay algo que crea que se puede hacer para evitar a tanto gritón, a los que ayer mismo su periódico criticaba por cuanto arruinaron la solemnidad debida a la Fiesta Nacional y su correspondiente desfile. Parece obvio para cualquiera con alguna pizca de sentido común que los hinchas de fútbol que no paran de hacer el gamberro son una minoría, naturalmente, pero se hacen planes para que no estropeen el espectáculo. No se les amordaza, claro, ni se infiltran comisarios, que son tontunas de La Razón. Lo primero que hacen las autoridades, de izquierdas o derechas, es intentar pactar con quienes les protegen, en muchos casos los propios clubes, algunas medidas para que ellos mismos se encarguen de frenar a sus chicos. Y si no lo hacen, las autoridades se reservan poder actuar contra ellos. A lo mejor aquí podíamos intentarlo. Por ejemplo, logrando que los cachorros del partido no multipliquen con mensajes telefónicos las llamadas al griterío y la tangana.
O, mejor aún, podíamos intentar que tanto medio de ultraderecha, amparados en tedetés virulentas, pero también otros arropados con el manto de la seriedad, desistan, por pura decencia, de proporcionar tantos bidones de gasolina a tantos incendiarios. Acaba ese editorial de La Razón diciendo que “el respeto no se impone, se gana”. El catavenenos respetará a esos medios cuando se lo ganen.
Ya, ya sé que hoy parezco un punto solemne. No me crean, es para despistar.
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